LA MUERTE POR SUICIDIO

»Nunca he encontrado libertad en el suicidio, sólo dolor y desolación.»

Carmen Tejedor
Psiquiatra, directora del primer programa de prevención del suicidio, Dreta Eixample de Barcelona

¿Qué lleva a morir por suicidio?

El suicidio es el resultado de un terrible sufrimiento emocional interno. Nadie quiere morir y los que mueren por suicidio tampoco, si hubieran encontrado otra salida en su mente a su dolor.

 

Nunca se debería clasificar un suicidio en términos de “cobardía” o “valentía”, en referencia al acto en si. Decir, por otro lado, que la persona fallecida “era egoísta” es quizás una gran injusticia, sería invalidar su vida por ese final tan trágico. No solemos culpar de “egoísta” a quien murió por cáncer u por otra enfermedad u otras circunstancias.

¿Por qué las personas mueren por suicidio?

Los factores conocidos asociados al suicidio son muy variados, así como las causas que se dan en cada caso. Por ello, se habla de que no hay un suicidio, sino suicidios. Cada caso, a pesar de compartir ese final tan trágico y doloroso, proviene de historias y circunstancias personales y sociales muy diferentes entre sí, de vivencias que las hace únicas, como a las personas. Los factores que están asociados a que pueda existir una probabilidad de suicidio son:

 

    • El trastorno mental, en especial la depresión, y los trastornos de personalidad
    • Las conductas adictivas
    • El desarraigo social o soledad
    • Tentativas prévias de suicidio
    • La enfermedad crónica que cursa con dolor
    • Acontecimientos vitales estresantes

 

Aún así, tampoco estos trastornos y factores acaban de explicar “el porqué”.

Un porcentaje elevado de suicidios no es atribuible a ninguno de estos factores de riesgo, ni a causas concretas, por lo que es extremadamente difícil su detección. Debemos considerar el suicidio como el resultado de varias causas interrelacionadas que, en muchos casos, nunca llegaremos a entender o conocer, pero fueron lo suficientemente importantes y dolorosas para la persona fallecida.

El impacto de la muerte por suicidio

La muerte por suicidio, repentina y trágica, produce siempre sorpresa, incredulidad y un estado de shock a las personas próximas. Estos sentimientos se refuerzan por el contexto forense policial que nos encontramos durante las primeras horas del deceso o descubrimiento del cadáver. Es un tiempo que vivimos con una total desorientación.

 

Estas circunstancias iniciales, tan inesperadas y emocionalmente desbordantes, añaden dificultades a los supervivientes que sienten ya desde el primer momento la culpa, la vergüenza y la ira.

 

El impacto inicial de vivir de cerca una muerte por suicidio deja una cicatriz que es para siempre.

Sucidio, palabra tabú

Nuestra sociedad se siente incómoda hablando de la muerte, trata de esconderla, de disimularla, y en el suicidio, a menudo, silenciarla. La muerte con frecuencia es un tema tabú. El instinto más fuerte en los seres humanos es el de supervivencia y la persona suicida va en contra él. Por ello se le estigmatiza.

El estigma del suicidio es tan poderoso porque cuando alguien muere por suicidio rompe, en cierta manera, con una regla no escrita de que “no eres libre de dejar la sociedad cuando tú quieres”. El suicida rompe esta regla. Las personas supervivientes, con frecuencia, puede que nos sintamos culpables de nuestro fracaso de no haberle salvado.

Las personas supervivientes nos sentimos, a menudo, objeto del dedo acusatorio después de un suicidio. Por ello se rodea el suicidio de un halo de silencio. No quieren que se les hable sobre lo que ha sucedido.

Sin embargo, es necesario hablar

Es nuestra voluntad romper el silencio que envuelve la muerte por suicidio para ayudar a dignificar el sufrimiento emocional y el dolor tan intenso de la persona fallecida. Para reconocer desde la comprensión, nuestro dolor, sin juicios ni valoraciones gratuitas que no nos ayuden en nuestro proceso para elaborar nuestra pérdida. La actitud más natural es hablar primero con la propia familia, o con aquellas personas con las que nos sentimos más cercanos.

 

En algunos casos, el propio suicidio puede aflorar o incrementar tensiones existentes en la familia o conflictos anteriores, lo que dificulta esa comunicación tan necesaria en estos momentos. Se crean situaciones complejas donde cada uno, con su silencio, busca de alguna manera protegerse de uno mismo y de los demás.

 

Se puede buscar la compañía para hablar con una amistad de confianza, alguien que pensemos que pueda escucharnos con interés y delicadeza, sin juzgarnos ni a nosotros por lo que decimos y sentimos, ni tampoco a la persona fallecida.

 

Hablar con un profesional de la salud de confianza, quién puede orientarnos a algún/a especialista, si es necesario. También podemos hablar con un/a guía espiritual que nos ayude de acuerdo a nuestras creencias personales.

 

Existen también asociaciones que se dedican a escuchar, acoger y acompañar en su duelo a personas que sufren la pérdida de un ser querido.

Solo el suicida piensa que puede salir por puertas que sólo en la pared están pintadas”

Vladimir Holan
Poeta checo